
Seguro que te sonará que la autoestima, tal y como nos indica la misma palabra, es la estima que nos tenemos a nosotros/as mismos/as. Es decir, la forma en la que nos queremos. Lo que quizás no tendrás tan claro, es la importancia que tiene nuestro lenguaje a la hora de nutrirla.
Pero antes de nada, ¿qué es la autoestima? Lo primero que tenemos que tener en cuenta, es que la autoestima es un concepto variable, y eso es algo que juega a nuestro favor, ¡por qué siempre podremos aumentarla! Se manifiesta de forma cambiante en función de nuestra situación vital y nuestras circunstancias, modificándose a lo largo de nuestra vida. Es decir, no nacemos con ella, la vamos desarrollando a través de los mensajes que recibimos del exterior, de lo que vivimos y de nuestra manera de interpretar lo que nos sucede.
Así pues, se podría definir como el resultado emocional que surge acerca del concepto de quien y como somos. Todos tenemos una imagen mental de nosotros/as mismo/as, una percepción y una idea de cómo somos tanto física como psicológicamente. Nos formamos esa imagen a lo largo del tiempo y esta puede coincidir con la idea que los demás tienen de nosotros o no, incluso, puede que coincida o no con la realidad. Contrariamente a lo que todos pensamos, la autoestima no surge de evaluarnos positivamente en cada situación, sino de observarnos con objetividad y sobre todo, de estimar y aceptar nuestro autoconcepto.
Podríamos decir que la autoestima tiene una gran importancia en nuestra salud psicológica. Si esta es adecuada, estaremos más seguros a la hora de interactuar con todo el mundo de una forma sana, seguramente nos sentiremos más seguros a la hora de defender nuestras ideas y nos podremos afirmar delante de cualquier situación. Todo esto nos ayudará a actuar con más tranquilidad, aceptándonos y haciendo que estemos satisfechos de nuestras reacciones y conductas.
¿Pero como nos afecta la forma en la que nos hablamos?
La forma con la que nos decimos las cosas, juega un papel fundamental en el crecimiento de nuestra autoestima, y es que querernos a nosotras/os misma/os empieza por hablarnos bien. Él autodialogo nos sirve para desahogarnos y bajar la tensión emocional, algo que hacemos con mucha frecuencia sin darnos cuenta de su importancia, por eso, no sirve que lo hagamos de cualquier manera, hablarnos bien nos permite centrarnos en el momento presente con las emociones presentes y tomar consciencia de ellas para poder entenderlas y gestionarlas. Como nos hablamos, influye de forma directa en cómo nos sentimos y en lo que hacemos.
De esta forma, igual que podemos sabotearnos con el diálogo de nuestros pensamientos, también podemos cuidar nuestro bienestar emocional. Si empezamos a hablarnos de forma despectiva, ya sea mentalmente o en voz alta, es muy probable que nuestra autoestima se resienta. Si constantemente nos estamos repitiendo que no valemos o remarcamos nuestros errores del pasado, es normal que nos llenemos de inseguridades y miedos. El lenguaje interno negativo nos menosprecia, nos castiga y obstaculiza cualquier objetivo o proyecto que nos propongamos.
Vivir de la mano de esa voz interna que de forma constante está condenando todo lo que hacemos, se vuelve una realidad insoportable. No solo afecta en nuestra autopercepción y autovaloración, sino que también se ven afectadas nuestras relaciones sociales y afectivas. Aun así, tenemos que tener en cuenta que no se trata de dirigirse al otro extremo y empezar a hablarse de forma positiva constantemente si esto conduce a que neguemos las emociones que nos resulten incómodas, se trata de tomar consciencia de la forma en que nos hablamos.
¿Pero, como hacerlo?
Para empezar, tenemos que preguntarnos como nos gusta que nos hablen los demás. Eso nos guiará a poner el foco a esos pensamientos que nos ayudan a estar mejor. Por ejemplo, es probable que vengan a nuestra mente frases como: que me traten con respeto, que no pongan en duda mis decisiones, que me validen, que me perdonen, que se fijen en mis logros… Ahora pregúntate, ¿estas son frases que te dices a ti mismo/a? Igual que no dejamos que otras personas nos traten y hablen mal, no podemos ser totalmente permisivas/os cuando se trata del autotrato.
Puedes empezar por dejar de bromear de tus puntos débiles y empezar a valorar que lo que no le dices a otra persona no te lo debes decir a ti, dedicarte algunas palabras bonitas y háblate con honestidad, dosificar las críticas, aunque estas sean constructivas. Hay personas que se quedan detrás de repetirse constantemente todo lo que tienen que mejorar y eso a la larga es contraproducente, ya que únicamente pones el foco en todo lo que no se te da bien. Y sobre todo, abandona un poco la autoexigencia, deja de decir tengo para pasar a decir quiero.
Sé que puede llegar a ser un proceso muy lento, y es que estamos demasiado acostumbradas/os a tratarnos con poco respeto, pero es necesario identificar esas acciones que nos hacen daño, es decir, tomar consciencia de esas malas palabras y reestructurarlas. Por eso, hay tres puntos básicos para empezar hablarte con más mimo y que se pueda llegar a ver reflejado en tu autoestima:
– Identifica: es importante que detectes la relación entre pensamientos y sentimientos, en especial esos que brotan automáticamente en tu mente. Escucha lo que dicen, nota que palabras y tono utilizas al hablarte.
– Cuestiona: pon en duda tus pensamientos, si estos son razonables y se ajustan a la realidad objetiva, si en cambio son exagerados, de donde vienen…
– Reemplaza, sabemos que generar alternativas es todo un reto, teniendo en cuenta que si nos hablamos de mala manera lo hacemos desde que tenemos uso de razón. Sin embargo, podemos crear nuevas formas de tratarnos de forma voluntaria y consciente.